lunes, 29 de noviembre de 2010

El Guardian entre el Centeno.


Llevaba años pensando echar el guante a El Guardián entre el Centeno, un clasicazo americano, imprescindible en sus colegios, del que había oído de todo, en especial su profunda influencia en escritores posteriores y en varias generaciones de músicos, cineastas y artistas de todo calado, o en colgados de la vida como el tipo que le incrustó un balazo a John Lennon, como es bien conocido.

Con un lenguaje directo, qué digo, directísimo, que convierte su lectura en casi una charla coloquial con Holden, el protagonista, tamizada de guiños, coletillas, un mogollón de detalles que humanizan de manera magistral al personaje, El Guardián entre el Centeno se me ha hecho no sólo ameno sino hasta entretenido y breve, teniendo en cuenta lo lejos que queda su temática y género de lo que estoy acostumbrado a leer o escribir.


Cuánta polémica a resueltas de El Guardián entre el Centeno. Holden es un chaval desencantado, un verdadero cínico y pesimista, un analista superficial pero iracundo de su realidad, de, al menos, la realidad que el conoce. Holden huye de casa buscando una ruptura con un mundo que le asquea y lo que encuentra no sólo es más de lo mismo sino incluso peor de lo que esperaba.

Durante sus pocas pero concisas páginas J. D. Sallinger destripa una época, un mito del sueño americano con una mala baba que no por casualidad fue tacahada de instigadora y hasta de subersiva. El Guardián entre el Centeno estuvo prohibido o censurado durante muchos años.

Crítico y duro como ninguno, no puedo decir que esté de acuerdo con sus planteamientos pero sí me ha fascinado su forma de posicionarse en un punto de vista y meter fuego de un modo visceral.

Me ha encantado su lectura, me ha resultado distinto y original apesar de sus casi sesenta años, recomiendo El Guardián entre el Centeno con la distancia de quien sea capaz de leerlo con espíritu crítico y sin dejarse comer la bola.

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sábado, 11 de septiembre de 2010

Los Ojos de Dios, nueva novela de Miguel Aguerralde.


Volvemos del verano, un mes de agosto imcomprensible, aturullado y desconcertante que se ha extendido de forma inesperada hasta casi la mitad de septiembre. El nivel de desorientación es importante pero al fin puedo sentarme a postear y dedicaros la entrada referente a mi nueva novela, Los Ojos de Dios, que se edita y pone a la venta con la editorial digital 23 Escalones.

Creedme si afirmo que es la primera vez que me siento en mi sofá a escribir desde primeros de agosto. Más o menos por esa fecha salió por fin publicada mi tercera novela, un cuento de aventuras y Terror que supone además mi primera incursión en el mundo de la edición digital , el Ebook.

Los Ojos de Dios es, curiosamente, la primera novela que jamás escribí, allá por el año 2002 empecé a juntar sus primeras letras. Cuenta la historia de tres jóvenes madrileños, testigos y protagonistas inesperados de un caos apocalíptico que reducirá la ciudad a un maremagnum de escombros y ruinas.


Aquí os dejo su sinopsis:

Todo parecía normal en Madrid. Ríos de gente fluían por sus calles chocando unos con otros sin levantar la vista del suelo. La mañana era cálida, como correspondía a aquella época del año. El día, sin embargo, resultaba rutinario y aburrido, desesperadamente aburrido. Y, bueno, también estaba lo del eclipse.
[...]
Todo parecía normal, sin embargo, nada lo era. Pronto el pánico comenzará a apoderarse de la ciudad y las calles se habrán convertido en un auténtico campo de batalla. Un nuevo Mesías ha llegado para ejercer su siniestro poder sobre la Tierra. ¿Se atreverá alguien a hacerle frente?



Con esta novela Miguel Aguerralde, autor de Claro de Luna y Noctámbulo, se sumerge en el terrorífico mundo de las sectas, los fanatismos y la aventura de la supervivencia.



Atrévete a descubrirla en
http://www.23escalones.com/



Los Ojos de Dios
nace con el sello de la editorial digital 23 Escalones, lo que supone un paso más en el avance del libro electrónico en nuestro país, ahora que por costes y difusión tantas ventajas estamos encontrando a este formato. Sólo espero que os animéis a comprarlo y quizá a comentar qué os ha parecido.

PD: No olvido que Pepe Correa fue el profesor y amigo que tuvo la gentileza de leer el primer borrador, de darme sus sugerencias y ponerme en el buen camino. Gracias, siempre.

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jueves, 19 de agosto de 2010

Vacaciones. A leer.


Me voy diez días apenas de viaje, semana y pico que aprovecharé para escribir, desconectar y tal vez escribir algún relato. Saturado por el interminable edificio de artículos, reseñas, notas de prensa, entrevistas, post y revisiones del que cada vez me cuesta más encontrar la salida, termino este agosto de teclas caídas desconectando del todo en Ibiza, adonde no pienso llevarme ni el portátil.

Queda pendiente un buen puñado de críticas que terminar y subir -a partir de septiembre- tanto en Desde el Sótano como en Cinecutre, pero os dejo con la parcela de esta rara pasión que más me llena: los relatos de Terror.

En lugar de recomendaros visitar uno a uno los relatos que podéis encontrar en este blog, me apetece dejaros el enlace a mi pedacito de la web Escalofrío, donde podéis encontrar todos mis relatos publicados y además de votarlos de 0 a 10 también dejar un comentario.


Confío en que en estos días de calor y horas más lentas de lo normal, a alguno de vosotros os pique la curiosidad y les echéis un vistazo. Un abrazo, y hasta septiembre.

Miguel.

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sábado, 31 de julio de 2010

Letras de Sangre: Shutter Island.


A menudo comparar un libro y una película suele ser tan cruel como injusto para alguna de las dos partes. No es habitual que la película salga mejor parada, desde luego, y lo normal es que para conseguirlo tenga que separarse un buen trecho del original literario, como en El Último Escalón, por poner un ejemplo.

Lo que sucede por norma, al contrario, es que al condensar toda la información que ofrece un libro en apenas un par de horas de película ésta termina siendo un reflejo sesgado e incompleto de su referente (El código DaVinci o la saga Millenium), o, más corriente aún, que acabe siendo un desastre que mezcle sin sentido la obra literaria, el guión pasado por seis manos y la visión ególatra del director. Y no voy a nombrar a El Resplandor que ya sé lo que me pasa.

Sin embargo, cuando vi en el cine Shutter Island, la película de Scorsese y DiCaprio, me gustó lo suficiente como para no conformarme con lo que de esta historia la cinta me ofrecía y quise averiguar toda vía más, profundizar en una trama que me pareció apasionante. Y, de paso, desentrañar ese final acelerado que puede resultar confuso o caótico.

Encontré Shutter Island, novela de Dennis Lehane, gracias al tirón de la película, cómo no, y hace poco terminé de leerla con la sorpresa de que Martin Scorsese ya me había mostrado prácticamente palabra por palabra, todo lo que encontré entre sus páginas.


No puedo afirmar que el libro sea mejor ni peor que la película porque mi ánimo no era el de comparar sino el de ampliar información, por lo tanto me queda un regusto amargo porque no he encontrado nada nuevo. Supongo que eso es un punto a favor de Scorsese, que ha sabido crear una adaptación no sólo fiel sino además en algunos puntos superior a esta espléndida novela.

Shutter Island, novela, es un intenso thriller psicológico que nos arrastra por la compleja y torturada mente del agente federal Teddy Daniels en la búsqueda de una peligrosa paciente mental huída de la institución, mitad hospital mitad presidio, que alberga la isla que da título a la obra, junto a las costas escarpadas y peligrosas de Boston.

Se trata de una novela que por momentos me ha parecido apasionante, en la que he encontrado interesantes recursos, especialmente a la hora de mostrar la camadería entre colegas y en el diálogo dinámico y muchas veces con doble sentido de los personajes. Shutter Island es una novela que se lee deprisa, que atrapa por su trama misteriosa e inquietante donde desde el principio seguimos junto al protagonista un camino dubitativo de pistas buenas y pistas falsas, donde hasta el final no sabremos cuánto de real y cuánto de ficción está sucediendo.


Los personajes, en especial el del agente Daniels están muy bien dibujados. El agente Chuck, sin ir más lejos, resulta mucho más interesante y fundamental que el interpretado por Mark Ruffallo en el cine y desde luego el doctor Cawley, aunque bordado por Ben Kingsley, presenta todavía más matices.

El Shutter Island de Dennis Lehane es una novela negra en el sentido más clásico, un émulo de las aventuras ideadas por Hammett o Chandler pero absorvido por un velo de goticismo, de Terror, que deriva del magnífico enclave en el que se sitúa. La istitución mental y toda la isla que la rodea es de por sí el entorno perfecto para una novela donde el misterio comienza en la primera página y termina más allá del punto y final.

Es sin embargo, o así la encontré yo, tal vez demasiado ligera, tal vez un poco folletín. Tiene acción, emoción y suspense pero todo un tanto por encima, como demasiado superficial. Shutter Island es, no obstante, una gran lectura entretenida e interesante tanto si has visto la película como si no, muy recomendable para los aficionados al género negro.

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lunes, 26 de julio de 2010

Letras de Sangre: Aquella Biblioteca.


Aquí dejo un pequeño artículo que he publicado en http://yaizanews.com/ con motivo de la presentación de la nueva biblioteca que esperamos hacer crecer en Playa Blanca (Lanzarote).



Aquella Biblioteca.


El mapa de todos los tesoros, la llave de todos los secretos, está en una biblioteca.

El primer recuerdo que tengo de una biblioteca no es probablemente de la primera biblioteca en la que estuve. La que recuerdo no es una biblioteca de colegio, ni una estantería en el salón de mis padres, no, la biblioteca que recuerdo era una cueva mágica, más mágica que la de Alí Babá y sus cuarenta ladrones.

Y digo una cueva porque era un sótano, y digo mágica porque contenía tantos tesoros, todos los tesoros del universo, todos los cuentos, misterios e historias que alguna vez alguien había contado. Cómo podía ser que yo no la hubiera encontrado antes.

Siempre había habido libros en mi casa, pero eran “libros de padres”, eran lomos de color y olor a viejo que completaban los muebles, casi ocultos detrás de los portarretratos, estorbando para limpiar el polvo. En el cole nos hacían leer pero, uf, a mi no me apetecía leer porque alguien me lo impusiera, leer así era aburrido. A mi me gustaban los tebeos, mortadelos y zipizapes que mi madre me compraba cuando me portaba bien al visitar al médico. Tendría unos ocho o nueve años.

Nos cambiamos de ciudad y en la nueva encontré, entre paseos en bicicleta en busca de un helado en aquel verano que recuerdo tan caluroso, un edificio gris, feo y rocoso como un bloque gigante de granito, en mitad del parque donde jugaba a esquivar árboles o a dejarme las rodillas contra ellos, según la pericia al manillar que tuviera cada día. Se llamaba Casa de Cultura. Y no sé por qué me dio por entrar.

Había un salón de actos, un teatro enorme, el más grande que jamás había visto, teniendo en cuenta que no había visto ninguno antes, creo yo, pero estaba vacío. Un letrero de color, no sé, puede que amarillo, indicaba que abajo, más allá de la escalera que se perdía tras un rellano en ele, estaba la Biblioteca. ¿Una biblioteca en un sótano? Bajé. Y empujé sus puertas dobles. Y una señora de gafas apenas levantó la vista para mirarme y señalar un cartel pegado a la columna: “En la Biblioteca guarde silencio”.

¡Uau, un lugar dónde no se podía hablar! Sólo leer, hojear, buscar, investigar, elegir entre miles de libros, ¿miles? ¡Millones! ¡No cabía ni uno más! Había tintines y Astérix a montones, había libros más finos y con dibujos, otros más serios pero cuyos títulos me recordaban con fuerza a películas y series de la tele. Tarzanes, islas con tesoro, mosqueteros, viajeros a la luna y hasta al centro de la tierra. Había un rincón de detectives, con sombrero raro y pipa, y también encontré aventuras en países de los que ni conocía el nombre, descubrí monstruos marinos y submarinos, terrestres y voladores.

Había mucho, tanto, que supe enseguida que se necesitaría mucho tiempo para leer todo aquello, y me pregunté si alguna vez alguien lo habría hecho. Supuse que no, claro, que era imposible, pero sin embargo había gente intentándolo. Había muchas mesas como las de mi cole y la mayoría ocupadas. Había hasta niños de mi edad, aunque aún no los conocía porque no había empezado el colegio.

Aquel lugar era increíble, y era todo para mí, para mí cualquier día de la semana, a cualquier hora, gratis y por todo el tiempo que quisiera mientras lo devolviera después en buen estado. ¡Y sólo tenía que sacarme un carné!

Al día siguiente regresé con las fotos y mis datos apuntados en un pedazo de papel que le entregué a la señora de gafas. Recuerdo mis nervios, porque fui solo. Lo primero que firmé en mi vida, fue el carné de la biblioteca.

Casi ha pasado un cuarto de siglo, y no concibo un lugar sin biblioteca. Sin ese espacio para sentarse a escribir, a leer, a hacer los deberes, a compartir los apuntes. Sin ese rincón donde encontrar enciclopedias, diccionarios de todos los idiomas, mapas de todas partes. Sin el testimonio de la historia, de las biografías de personas de las que aprender. No concibo un lugar sin libros al alcance de todos.

Tal vez por haber pasado tanto tiempo entrando y saliendo de una u otra biblioteca, hojeando, tomando y devolviendo libros de cinco en cinco, daba por sentado que era algo a lo que todos, niños y niñas, mayores y pequeños, estudiantes o jubilados, teníamos derecho.

Un pueblo nace y crece por su cultura, y tenemos la suerte de poder guardar la cultura en los libros. Pongamos la cultura en las manos de la gente de Playa Blanca.


Miguel Aguerralde, maestro y escritor.


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lunes, 12 de julio de 2010

Letras de Sangre: Zombi: Guía de Supervivencia, de Max Brooks.


Bien, para empezar esto no es un libro. No lo compréis pensando que váis a leer una novela porque no es así. Zombi: Guía de Supervivencia Zombie es una grandísima sarta de gilipolleces, ordenadas y explicadas a modo de guía o manual de qué hacer en un caso real, con el mismo interés que el libro de instrucciones de un mueble de Ikea.

La cantidad tan apabullante de palabrería, de hipótesis, de chorradas que tenemos que aguantar en Zombi: Guía de Supervivencia es descorazonadora. Es un ¿todavía hay más? ¿De verdad hay tantas posibles armas? ¿De verdad hay tantos sitios donde esconderse? ¿De verdad me quieres enseñar a preparar mi casa y equipar la despensa por si nos atacan los zombies? ¿Paso a paso?



Lo compré en la pasada Feria del Libro sabiendo que era una chorrada pero al menos esperaba leer una chorrada divertida, o si no, que asustara, joder, que entretuviera! Pero nada, páginas y más páginas de estupideces reiterativas y aburridas que me hacen plantearme dónde queda el progreso de la humanidad si este libro se ha vendido como rosquillas y Max Brooks ha recorrido su país dando conferencias multitudinarias ¡para explicar esto!

En fin, no lo leáis, vamos, no lo compréis. Yo en la página 110 ya he empezado a darle para adelante, y al ver que seguía igual... bueno, ahí se queda. Hay quien no deja un libro hasta que lo termina, por malo que sea. ¡Yo no puedo! ¡Con todo lo que tengo por leer y por hacer no le voy a dedicar un segundo a esta pérdida de tiempo!

Eso sí, de Zombi: Guía de Supervivencia me ha calado lo de que en caso de un ataque lo primero que hay que hacer es llenar la bañera para no pasar sed si cortaran el agua. Interesante.

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jueves, 8 de julio de 2010

BookTrailer de 'Claro de Luna', de Miguel Aguerralde

Lleva tiempo intentando preparar un tráiler para alguna de mis novelas, es algo que ya está a la orden del día y que no sólo sirve como anticipo a lo que encontraremos en las páginas de un libro sino que además, desde el punto de vista publicitario, permite a las novelas competir en igualdad con videojuegos y películas cuyos videos promocionales deambulan por la red con más fuerza que cualquier imagen o póster.

Intenté una chapucilla para Claro de Luna, pero oye, el que no tiene don para los ordenadores, pues no lo tiene. Entonces un amigo, un pedazo de genio como es el escritor Carlos Sisí -si no has leído Los Caminantes no eres persona-, al que conocí a través de la asociación de escritores de terror NOCTE, me propuso echarme una mano.

El resultado es, sencillamente, espectacular, y no creo que Carlos entienda nunca lo importante que es para mí el favor que me a hecho.

Así, pleno de agradecimiento, os presento el Libro-Tráiler de mi 'Claro de Luna'. Espero que os guste:


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domingo, 4 de julio de 2010

Presentación de 'Noctámbulo', de Miguel Aguerralde.


Miguel Aguerralde ofrece su versión del mito del vampiro en su segunda novela, Noctámbulo.

La obra se presenta el lunes 5 en El Corte Inglés de Las Palmas.

El volumen ha visto la luz en la colección Tid de Ediciones Idea.

La sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Las Palmas de Gran Canaria acoge el próximo lunes, 5 de julio, a las 20:00 horas, la presentación de la nueva novela de Miguel Aguerralde: Noctámbulo, que reinventa el mito del vampiro a través de «la historia más hermosa que pudiera escribir…», según el autor, que estará acompañado, en este acto, por la también escritora Marisol Llano Azcárate. La obra ha visto la luz en la colección Tid, de Ediciones Idea.


¿Quién detiene a un asesino al que no se puede detener?


¿Quién mata a un enemigo que ya está muerto?


¿Cómo dar caza a un cazador?


¿Quién es Sable?


Noctámbulo.



Miguel Aguerralde ofrece, en Noctámbulo, una versión personal y actual del mito del vampiro, un personaje que el autor siente «a flor de piel» y con el que se identifica plenamente, por su «sentimiento de disconformidad» con lo que le rodea. Pero a este propósito del autor de reinventar un mito, se une otro: el de construir una novela negra, «un policiaco en toda regla, con detectives, con malvados, con misterio e intriga. Quería víctimas y quería asesinos, y qué mejor asesino que un vampiro. Y qué cuento de vampiros no es a su vez una tragedia romántica terrible…», explica con gran entusiasmo. Así, su novela da respuesta a preguntas como las siguientes: «¿Quién detiene a un asesino al que no se puede detener? ¿Quién mata a un enemigo que ya está muerto? ¿Cómo dar caza a un cazador?».


Noctámbulo narra la historia de Sable, un misterioso asesino, que llega a una ciudad nublada por la corrupción y por el desencanto, para liquidar a todos los integrantes de una trama mafiosa. La forense Paula Montero participa en la investigación analizando los cadáveres que, amanecer tras amanecer, llegan a la morgue, y trata de encontrar una explicación a por qué aparecen sin una gota de sangre, por qué esos rictus de terror, así como qué significan las marcas del cuello que irremediablemente recuerdan a una broma macabra sobre vampiros. Pero, no sólo de mafiosos se nutre ese asesino bromista, la morgue comienza a albergar también cuerpos de víctimas anónimas, muertes sin relación aparente que presentan los mismos detalles.

Hace muchos años que Paula Montero y su hermano Javier no tienen noticias de Diego, su viejo amigo de la infancia. Eso resulta particularmente doloroso para Paula, que siente por él una atracción especial.



Hoy Paula es forense criminalista en Las Palmas y está enfrascada en uno de los casos más complicados de su reputada carrera: las víctimas aparecen brutalmente asesinadas en las condiciones más insólitas y sin una gota de sangre en sus cuerpos.



Ahora Diego aparece de nuevo en su vida. Pero ahora Diego es un asesino a sueldo. Y ahora Diego está muerto.



Esta es la historia de Sable, el Noctámbulo.



Sin duda, Miguel Aguerralde ha logrado traspasar, a las páginas de su nueva novela, el cariño que siente por sus personajes, para dar vida a una historia amena, que sienta sus bases en «la libertad de cada uno para girar tantas veces como aguante la tuerca de un mito universal». El suyo, su mito, su vampiro «trabaja como asesino a sueldo porque, igual que cualquier habitante de este mundo, necesita dinero. Trabaja para una agencia que no conoce, utiliza la red para conocer sus objetivos y cobra un sueldo de muchas cifras que le permite mantener un buen alquiler, vestirse, desplazarse, adquirir la tecnología a su alcance, tener aficiones, viajar, disfrutar la eternidad a la que le han condenado. Además, su propio trabajo le recompensa por alimentarse, qué más puede desear un vampiro», afirma.

En cuanto a los escritores que han influenciado la escritura de Noctámbulo, Miguel Aguerralde evoca Lestat, el vampiro, de Anne Rice (segunda parte de Entrevista con el vampiro): «No me gustó nada, lo reconozco; pero me abrió los ojos a unos personajes que sólo había visto en películas, de los que sólo había oído en las típicas historias para niños. Me sirvió para interesarme por el vampiro en la literatura». Tiempo después, leyó Drácula, y «disfruté con la revisión moderna que del mito hace Stephen King en El Misterio de Salem's Lot, una de mis novelas de cabecera, junto con Soy Leyenda, de Richard Matheson».

Trayectoria


Miguel Aguerralde Movellán nació en Madrid a finales de los setenta, pero siendo aún muy pequeño su familia se estableció en Las Palmas de Gran Canaria. Ha compaginado una infinidad de ocupaciones con su vocación de escritor. En la actualidad se dedica a la docencia, colabora como redactor para la web www.cinecutre.com y dirige el blog de cine y literatura de terror www.desdeelsotano.es. Hasta el momento han visto la luz dos de sus novelas: Claro de Luna y Noctámbulo, ambas en Ediciones Idea.


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jueves, 1 de julio de 2010

Microrrelato Z: Unas gotitas de curiosidad.


Dani era todavía muy pequeño, pero lo bastante mayor para saber lo que había visto. Aquel tampoco había sido su primer funeral, antes de enterrar a mamá habían tenido que despedir a papá tres años atrás, así que ya sabía lo que era normal en un entierro y lo que no. Y lo que acababa de ver, sencillamente, no lo era.

Estaban de pie junto a la entrada del cementerio, tenía de la mano a su hermanita, Claudia, mientras esperaban que tío Andrés terminase de despedir a los invitados. Desde allí había visto a una extraña mujer acercarse, primero, y arrodillarse, después, junto a la tumba de su madre. Era una vieja encorvada, llevaba un pañuelo azul entorno a la cabeza y en la mano un objeto de cristal que titilaba bajo la luz mortecina del atardecer. Se inclinó sobre la tierra todavía fresca y empezó a mover el objeto por encima de ella como si dejara caer gotitas de perfume. De repente pareció sentir la mirada del niño desde la entrada y se giró hacia él, le miró con su único ojo, no es que tuviera un parche o una prótesis de cristal, no, es que su cuenca izquierda estaba completamente vacía. A Dani, por algún motivo, aquella mujer le resultaba tremendamente familiar, como si la hubiese visto antes. Cuando el niño empezó a temblar la vieja le sonrió con los tres dientes amarillos que le quedaban y acto seguido se alejó de la tumba escabulléndose entre los árboles y las lápidas.

Dani era todavía muy pequeño, pero estaba seguro de lo que había visto. Mientras tío Andrés seguía hablando con unos adultos, tiró de la mano de su hermana y empezaron a subir la colina hacia donde yacía su madre. La huella de la mano de la anciana todavía se distinguía sobre el montículo de tierra que se había formado al cubrir la tumba. También se notaban ciertas motitas húmedas, gotas del líquido que la vieja había derramado y que empezaban a filtrarse rápidamente. Dani no entendía qué significaba aquel ritual y Claudia sólo miraba aquella humedad secarse sin saber por qué su hermano la había llevado hasta allí. Pero entonces la tierra empezó a temblar, a moverse. Algo se estremecía dentro de la tumba. Los niños se acercaron un poco más, las piedritas de lo alto del montículo parecían danzar como si bajo ellas zumbara un enjambre de abejas. Dani acercó los dedos para tocarlas cuando súbitamente una mano azulada y fría surgió de la tierra y se aferró a su muñeca. Aquellos dedos muertos se le clavaban en la carne como unas tenazas de acero. La tierra sobre la tumba comenzó a abrirse. Lentamente, muy despacio, de aquella profundidad brotaron docenas de gusanos y lombrices, jirones de pelo, astillas de madera quebrada, pedazos de un vestido azul desgarrado por el empuje de unos músculos inertes, una peste a carne rancia que arrugó la nariz de los niños, petrificados por el horror. La segunda mano agarró el pelo de Claudia, la cabeza deforme surgió de la tumba como una exhalación e incrustó sus mandíbulas en el cráneo de la niña.

Entre los gritos histéricos de su hermana, el niño escuchó otra voz a su espalda, era la voz de la vieja.

-Alégrate, Dani. Mamá ha vuelto.

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martes, 22 de junio de 2010

Letras de Sangre: Y pese a todo… de Juan de Dios Garduño.


No es un placer, sino más que eso, mostraros aquí la portada y comentar por fin la próxima salida a la venta de la novela de Juan de Dios Garduño 'Y pese a todo...', que podremos leer sobre el 16 de julio.

Yo espero que llegue pronto a mi librería, porque me muero de ganas de leerla, tanto como la segunda parte de Los Caminantes, Necrópolis y otros libros de compañeros miembros de Nocte, cantera del Terror en español, que prometen un futuro del genéro negro, fantástico y de Terror brillante en nuestro país.

En 'Y pese a todo...' Juan de Dios, compañero y amigo, ha compuesto una novela terrorífica cuya sinopsis podemos encontrar en su web, Crónicas Literarias - Desde Nueva York, Reseñas Literarias, que recomiendo.

Aquí tenéis también la magnífica portada, otro trabajo excepcional de un genio como Alejandro Collucci, qué envidia.


Esta es la sinopsis de 'Y pese a todo...', no os la perdáis:


Durante el mandato del presidente Obama, Estados Unidos tiene constancia de que Irán va a cometer un ataque contra sus bases en territorio aliado. Ante la estupefacción del mundo entero le declara la guerra. Rusia y China se alían con Irán; Gran Bretaña e Israel con los americanos y, así, país por país, todos toman parte en la 3ª Guerra Mundial.

En pleno enfrentamiento, y ante la devastación que producen las armas nucleares, los rivales deciden utilizar las armas químicas, más baratas y más fáciles de fabricar. Se crean nuevas cepas de virus ya existentes, utilizando el ADN recombinante y extinguiendo así a casi toda la población mundial.
En la ciudad de Bangor, Maine, sólo han sobrevivido tres personas. Peter, su pequeña hija y Patrick Sthendall, su odiado vecino. En una población totalmente nevada, gobernada por temperaturas que bajan de los diez grados bajo cero, los dos hombres se enfrentarán a algo más que al odio que sienten el uno hacia el otro. Unos visitantes con los que no contaban…

Con las ganas de leer 'Y pese a todo...' subiendo como la temperatura en este verano que estrenamos, sólo puedo recomendar la lectura de esta novela y desear toda la suerte del mundo a este joven autor que, sin ninguna duda, doy fe que se la merece.


Un abrazo, amigo, y a por ellos!

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domingo, 13 de junio de 2010

Letras de Sangre: 'Noctámbulo', ya a la venta.

Hace exactamente un año estábamos de enhorabuena por la publicación de 'Claro de Luna', la primera novela de Miguel Aguerralde. Un sueño cumplido y una ilusión terrible que no sabíamos hasta dónde podía llegar.


Un junio más, después de tantos meses de esforzada promoción, de viajes, de dar mucho la lata y sobretodo, de vender muchos libros, Ediciones Idea cumple otro sueño de este aspirante a escritor y publica 'Noctámbulo', que ya está a la venta en la web de la editorial y en los blogs personales del autor.

'Noctámbulo' es ante todo una novela policiaca, es un cuento de Terror en el que un asesino en serie tendrá bajo su yugo a toda la ciudad de Las Palmas. Un criminal que no deja huellas, que no comete errores, un sicario al que es imposible seguir los pasos. Esta es la sinopsis de la novela:


Hace muchos años que Paula Montero y su hermano Javier no tienen noticias de Diego, su viejo amigo de la infancia. Eso resulta particularmente doloroso para Paula, que siente por él una atracción especial.

Hoy Paula es forense criminalista en Las Palmas y está enfrascada en uno de los casos más complicados de su reputada carrera: las víctimas aparecen brutalmente asesinadas en las condiciones más insólitas y sin una gota de sangre en sus cuerpos.Ahora Diego aparece de nuevo en su vida. Pero ahora Diego es un asesino a sueldo. Y ahora Diego está muerto.

Esta es la historia de Sable, el Noctámbulo.

Si te interesa, podrás conseguirlo enseguida en todas las librerías. Si lo prefieres, puedes comprarlo online en la web de Ediciones Idea y también en formato ebook en diferentes páginas web. Y además puedes conseguirlo dedicado si lo solicitas directamente al autor, a través de este blog, de su perfil de Facebook o de la página oficial de 'Noctámbulo'.

Su Presentación oficial será el próximo lunes 5 de julio, a las 20h, en la sala Ámbito Cultural, en la última planta de El Corte Inglés de la avenida Mesa y López, en Las Palmas de Gran Canaria. Pásate si puedes y llévate tu ejemplar firmado.

'Noctámbulo', ya a la venta.


¿Quién detiene a un asesino al que no se puede detener?

¿Quién mata a un enemigo que ya está muerto?

¿Cómo dar caza a un cazador?

¿Quién es Sable?

Noctámbulo.



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viernes, 11 de junio de 2010

Microrrelato Z: Voy a abrir la Puerta


Los golpes en la puerta y en las ventanas se han convertido ya en la música habitual. No tenemos más esperanza que aguardar a ir muriendo uno tras otro, quien resista más, que entierre al resto en el suelo del sótano que papá y yo levantamos cuando los cuerpos del abuelo y de Juan, mi hermano, empezaron a oler. Al principio nos estaban matando los propios muertos, qué locura, mamá jamás volvió del mercado y de Ruth, mi hermana, hace semanas que no sabemos nada. Entablillamos puertas y ventanas por dentro para evitar verles la cara. Sus ojos como idos, de mirada perdida y demente, y sus encías, hinchadas y sangrantes, que deforman sus bocas en una mueca de hambre irracional. Su piel putrefacta infectada por llagas purulentas. Sabemos que no podrán entrar, aunque son muchos, no tienen la fuerza necesaria para forzar ninguna entrada, se limitan a chocar, día tras noche, noche tras día, chocar sin descanso, sus gruñidos se clavan en mi mente, aún escucho los gritos de la gente cuando cierro los ojos.

Pero ahora nos mata el hambre. Padre ha decidido que debemos comernos a Juan, yo no estoy de acuerdo. No porque sea mi hermano sino porque su carne ya estaba podrida antes de que lo lleváramos abajo. Dice que nos debe dar igual, es comer carne infecta o morir de inanición. Yo prefiero abrir la puerta. No nos quedan latas, ni cereales. Cuando cayó la central eléctrica se acabaron los suministros de luz y de agua. Todo está muerto, podrido. Vamos a morir, pero yo no puedo matar a mi padre y él dice no tener el valor de matar a su hijo. Por eso voy a abrir la puerta. No tenemos armas en casa. Correré, si consigo distraerlos mi padre podrá huir y buscar comida. Voy a abrir la puerta. Voy a…

Las manos me agarran por el cuello y me dan la vuelta, mi padre ha tenido la misma idea que yo pero ha fallado. Su cuerpo se convulsiona en el umbral a medio metro del suelo, objeto de disputa entre dos muertos hambrientos. Las criaturas han entrado, me tienen, huelo la podredumbre en sus gargantas, los restos de carne que cuelgan de sus molares. Las manos me levantan y veo a mi madre, y a Ruth, apenas las reconozco, hacen cola para repartirse mis entrañas. Al menos sé que tras el dolor podré reunirme con ellas. Porque volveré, todos lo hacen. Y la carne podrida del abuelo y de Juan dejará de ser un problema.

Relato publicado en la Antología de Microrrelatos "Para abrir el apetito", de la asociación Nocte.

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jueves, 3 de junio de 2010

Firma de libros conjunta de 'Claro de Luna' y 'Noctámbulo' en la Feria del Libro de Santa Cruz.


El próximo domingo, 6 de junio, el escritor Miguel Aguerralde (lo de escritor es un decir pero de paso redactor de este blog) pasará la mañanita firmando libros, esperemos que a la sombra, en la caseta de Ediciones Idea dentro de los actos de la Feria del Libro de Santa Cruz de Tenerife.

Será una ocasión estupenda para conseguir un ejemplar de 'Claro de Luna' dedicado, pero sobre todo, este es un momento especial porque es la primera vez que se pone a la venta su nueva novela, 'Noctámbulo', antes incluso de llegar a las librerías ni de ser presentada al público.



Recordad entonces, aquellos que estéis por Santa Cruz el domingo: de 11 a 12 y de 13 a 14 horas, en la caseta de Ediciones Idea en el Parque García Sanabria, firma conjunta de ejemplares de 'Claro de Luna' y de 'Noctámbulo', de Miguel Aguerralde.



Aquí os dejo las sinopsis de ambas novelas. Gracias a los que nos visitéis, y mucha salud, dinero y amor a los que compréis alguna novela.


Noctámbulo.

Hace muchos años que Paula Montero y su hermano Javier no tienen noticias de Diego, su viejo amigo de la infancia. Eso resulta particularmente doloroso para Paula, que siente por él una atracción especial.

Hoy Paula es forense criminalista en Las Palmas y está enfrascada en uno de los casos más complicados de su reputada carrera: las víctimas aparecen brutalmente asesinadas en las condiciones más insólitas y sin una gota de sangre en sus cuerpos.Ahora Diego aparece de nuevo en su vida. Pero ahora Diego es un asesino a sueldo. Y ahora Diego está muerto.

Esta es la historia de Sable, el Noctámbulo.



Claro de Luna.


Buenas noches a todos. Bienvenidos a vuestro “Claro deLuna”, donde cada palabra tiene respuesta.

Así comenzaba cada noche Luna Ortega su programa de radio.

La vida no ha resultado fácil para Luna, monotonía y frustración entre medias de un fracaso amoroso tras otro. Sabe que ha llegado la hora de un cambio.

Presenta un programa radiofónico nocturno, cada madrugada presta oídos a las voces anónimas que buscan en ella consuelo y compañía.

Hasta que una de esas llamadas resulta ser diferente a todas las demás, a medio camino entre un crimen horrible y una broma macabra.

Luna no sabe qué pensar, pero desde ese momento se sentirá acosada, vigilada, perseguida, con su vida sumida en una espiral de miedo y confusión en la que sólo tendrá la ayuda de un joven del que sabe tan poco como de ella misma.Ahora Luna debe luchar por sobrevivir, ése no era el cambio que su vida necesitaba.



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viernes, 14 de mayo de 2010

Letras de Sangre: Zombie Island, de David Wellington.


No soy un gran fan de los zombies, no he visto muchas de las pelis de Romero ni sigo habitualmente las andanzas de los muertos vivientes, y creo que este es el primer libro sobre el tema que leo, si descontamos Cell, donde no queda muy claro el tema zombie. Se puede decir que mi contacto con este mundo no muerto se centra más en el videojuego y si acaso en un par de pelis que, bueno, no me marcaron.

Sin embargo me pica de pronto una acuciante curiosidad, me gustaría acercarme a ellos y quizá escribir algo Z algún día. Por eso me animé a comprar Zombie Island, de David Wellington, y poco después Los Caminantes, de Carlos Sisi, y tengo la intención de seguir paseando entre muertos durante algún tiempo.

Zombie Island, para empezar, me ha parecido una novela muy, muy entretenida. Parte de una historia ya empezada, es decir, no nos cuenta el inicio de la infección sino que aterrizamos ya en pleno apocalipsis y sus orígenes se nos van desgranando conforme pasan las páginas, pero aún así eso no supone ninguna dificultad para que el libro enganche desde el principio.

David Wellington utiliza en Zombie Island una narrativa sencilla, cercana, lejos de barroquismos pedantes o de ralentizaciones de ritmo que te saquen de la trama. Describe cuando es necesario y situa la acción en un contexto tan familiar como es la ciudad de Nueva York, vamos, que con tres pinceladas de entorno el autor ya se puede centrar en contarnos la historia.

Y qué pedazo de historia, la verdad, de qué manera tan original David Wellington mete a sus protagonistas en una tragedia zombie sin rebuscados experimentos ni posesiones demoniacas.

Zombie Island cuenta dos historias que durante los primeros capítulos discurren paralelas y juegan al zig zag durante el resto de la novela. Por un lado tenemos a Delkab, el tipo de la ONU enfrascado en el rescate de los últimos medicamentos contra el SIDA en pleno Manhattan, secundado por su fanático ejército de muchachas somalíes, armadas hasta los dientes.

Por otro, y es en esta trama donde para mí Wellington encuentra los mayores aciertos pero también los obstáculos más grandes, Zombie Island gira entorno al personaje de Gary, un aspirante a médico que en un intento por no sufrir las consecuencias de la infección idea un rocambolesco método para morir sin estar muerto. Esta es la historia más interesante de Zombie Island, y de paso la más original, pero a mi juicio se jode y chirría cuando aparece un extraño Benefactor y Wellington se chuta todo ese rollo de la conciencia común y el control de mentes.

En general, Zombie Island es una novela muy recomendable, que da miedo cuando tiene que darlo, emociona de una manera muy acertada y, si entras en el juego que propone a partir de su segunda mitad, realmente te va a encantar.

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jueves, 6 de mayo de 2010

Presentación de 'Claro de Luna' en Espacio Canarias, Madrid.


El sábado ocho de mayo, a las ocho de la tarde, Miguel Aguerralde, autor de 'Claro de Luna' (Ediciones Idea, 2009) y de la inminente 'Noctámbulo' (Ediciones Idea, 2010) -y de paso redactor de este blog-, visitará Madrid de nuevo con su primera novela bajo el brazo, para presentarla esta vez en Espacio Canarias, en la calle Alcalá 91, junto al Parque del Retiro.



Se ha programado esta presentación en sábado para facilitar la presencia de invitados, así que no jodáis y pasaros por ahí que viajar desde Lanzarote pa' ná es tontería.

Además podréis comprar el libro, el que quiera, y si os gusta eso de mancharlo pedirle al autor que os lo firme. Para colmo, el comprador número cien se llevará un billete en primera para un fin de semana con todos los gastos a donde le apetezca. Vamos, si vendo cien yo le llevo en palmitas a donde le salga...

En fin, esta es la nota de prensa. Será un placer recibiros en Espacio Canarias y charlar con todos de todo. Cuantos más mejor. Y después, fiesta.



Claro de Luna, de Miguel Aguerralde Movellán, se presenta
el sábado 8 en el Espacio Canarias de Madrid.


El autor refleja en esta obra «lo que todos hemos sentido al encontrarnos solos ante las espinas de la vida»

El acto cuenta con el respaldo del programa Canarias Crea.

Ediciones Idea ha lanzado, dentro de la colección Tid (Textos Idea), la primera novela de Miguel Aguerralde Movellán, Claro de Luna, una ficción sobre «la soledad de la indefensión, del camino de uno mismo por romper con la confortabilidad de la infancia y la adolescencia y atreverse a irrumpir en el mundo adulto como un soldado en campo abierto», en palabras del escritor. Esta obra se presenta el próximo sábado, 8 de mayo, a las 20:00 horas, en el Espacio Canarias. Creación y Cultura de Madrid (Calle Alcalá, nº 91). El autor estará acompañado por el escritor y poeta Luis Antonio González Pérez. El acto cuenta con el respaldo del programa Canarias Crea del Gobierno de Canarias para la promoción exterior de los creadores isleños.

La protagonista de Claro de Luna presenta un programa radiofónico nocturno en el que, cada madrugada, presta oídos a las voces anónimas que buscan en ella consuelo y compañía. Una de esas llamadas resulta ser diferente a todas las demás; a medio camino entre un crimen horrible y una broma macabra. Desde ese momento, Luna se sentirá acosada y sumida en una espiral de miedo y confusión en la que sólo tendrá la ayuda de un joven del que sabe tan poco como de ella misma. Según Miguel Aguerralde, Claro de Luna, «la metáfora de una joven locutora solitaria torturada por un sin fin de terrores y dudas, no es más que el reflejo de lo que todos hemos sentido al encontrarnos por primera vez solos ante las espinas de la vida». El escritor no esconde la influencia en esta obra de un programa radiofónico del estilo de Hablar por hablar: «En mi casa nunca fuimos fieles a este tipo de programas, pero, sin embargo, jamás olvidaré una noche de insomnio en la que el azar me llevó a sintonizar uno de ellos. Bien entrada la madrugada, recibieron la llamada de una mujer que decía ser ciega y que entre susurros afirmaba temer a su marido. Le temblaba la voz, parecía horrorizada, y de repente, con una exclamación, la llamada se cortó. La presentadora, enfadada, se lo tomó como una broma de mal gusto, pero a mí, que debía rondar los trece o catorce años, me heló la sangre y siempre me pregunté qué habría sucedido. Supongo que esa noche nació Claro de Luna».

Miguel Aguerralde reconoce que, sin haber sufrido las penurias de la protagonista, sí se ha inspirado en algunos aspectos o experiencias de su vida, como su «inquietante casa y parte de lo que allí le sucede». Se trata, apunta el autor, del «primer apartamento al que me mudé cuando salí de casa de mis padres, un cubículo aterrador pegado al Parque San Telmo, sin mirilla ni apenas luz al final de un tétrico pasillo, con una comunidad de vecinos espeluznante y una sucesión de sonidos indeterminados cada noche. Ponía los pelos de punta.».

En cuanto a sus maestros literarios, Miguel Aguerralde Movellán cuenta que la primera vez que se propuso «inventar una buena historia fue al terminar La Esfinge de los Hielos, de Julio Verne. Quería más, mucho más». Posteriormente, «el suspense aventurero de los primeros libros de Arturo Pérez Reverte, el terror cercano de Stephen King o la imaginación macabra de Clive Barker han influenciado por encima de otras lecturas en mi manera de entender la escritura», añade.

Trayectoria

Miguel Aguerralde Movellán nació en Madrid a finales de los setenta, pero siendo aún muy pequeño su familia se estableció en Las Palmas de Gran Canaria. Canario de adopción, pasó su infancia y su adolescencia embarcado en un viaje de libros de aventuras y novelas de misterio, hasta que en el año 2000 se atrevió a tomar la iniciativa y empezó a escribir él mismo las historias que le hubiera gustado que otros le contaran. Desde entonces ha compaginado una infinidad de ocupaciones con su vocación de cuentacuentos, volcando en su viejo portátil y en varias docenas de cuadernos y libretas todo aquello que brotaba de su inquieta imaginación. Hoy en día se dedica a la docencia y dirige el blog www.desdeelsotano.es, de críticas de cine y literatura, donde cuelga sus relatos y practica la escritura cada día. «Nunca paro de escribir», afirma Aguerralde. Por eso, la publicación de su primera obra, Claro de Luna (Ediciones Idea, 2009), coincide «con otras seis o siete novelas esperando su turno o su golpe de suerte».

Para más información:

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lunes, 3 de mayo de 2010

Letras de Sangre: Tres Funerales para Eladio Monroy.


No había leído a Ravelo, conocía su nombre, su cara, su obra, su fama... pero soy tan tocinón que no había leído todavía ninguna de sus novelas. Es una laguna que tengo y me duele reconocerlo, mucha lectura pero de poca variedad. Intento remediar eso, y para acercarme a Alexis Ravelo me apetecía, y mucho, leer Tres Funerales para Eladio Monroy.

Mi amigo Pepe Correa me inyectó el virus de la novela negra engarzada en Las Palmas y el Eladio Monroy de Ravelo no ha hecho más que confirmarme que mi ciudad es un puntazo como escenario para crímenes, misterios y tragedias -como ya sabrá aquel que haya leído Claro de Luna-, y supongo que también para muchos otros tipos de historias.

Pero lo mío es la novela negra y con Tres Funerales para Eladio Monroy he disfrutado como un enano. Este veterano marinero retirado, que se gana la vida trapicheando por aquí, arrancando trabajillos por allá, me ha llevado de la mano, y sin soltarme, por una inteligente y cercana trama de corrupción, de videos prohibidos, de prostitución de lujo y esa violencia oculta pero a flor de piel en una ciudad retratada magníficamente.

Me ha encantado de Alexis Ravelo la manera tan sencilla, cruda, tal vez, directa, con la que nos sumerge en las entrañas de Las Palmas, con la que nos presenta y desarrolla en cuatro pinceladas bien dadas a unos personajes de carne y hueso, tan reales que hueles su sudor en esas páginas. La dureza de Eladio Monroy refleja lo mejor del héroe rocoso y pendenciero, que no deja a un lado ningún desafío, el hombre bravo y echao pa alante de un viejo lobo de mar criado entre callejones y cuartos de calderas.

Sin embargo es un héroe que no duda en mostrar su lado más humano, en ese acierto de relación con Gloria, en ese meditar sobre su hija perdida, o sobre Loreto.


La autenticidad de Eladio y la verosimilitud de los diálogos y situaciones son los que convierten Tres Funerales para Eladio Monroy en una novela negra de obligada lectura, en un goce que aúna lo mejor de Bogart con Ricardo Blanco y Pepe Carvallo y en el que todos podemos encajar.

Tres Funerales para Eladio Monroy se me escapó de las manos en apenas tres tardes, enganchado sin pestañear al suspense, avivado en cada página, y a la emoción de un Harry el Sucio sin placa ni pistola. Una lectura que recomendar y una novela que, como otras antes, me ha obligado a reconocer lo cortito que soy por no haberla descubierto en su momento.

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martes, 27 de abril de 2010

Letras de Sangre. 'Un Rastro de Sirena'.

Aún recuerdo la primera vez que leí uno de estos cuentos magníficos de José Luis Correa sobre la figura del legendario Ricardo Blanco. Tengo aquel 'Quince días de noviembre' tan presente y a su autor en tanta envidia, que no sé muy bien si afrontar la reseña de 'Un rastro de sirena' desde el cariño o desde la frialdad.

Muchas veces dejamos a un lado lo que tenemos más cerca y luego, cuando echas la vista atrás y pretendes recuperarlo es cuando ves que ha pasado de largo. Y yo tuve tanto tiempo para leer la obra de mi entonces profesor, que cuando encontré al fin a Ricardo Blanco, José Luis Correa hacía tiempo que se me había escapado.

Tengo presente la saga de Ricardo Blanco - que se completa, hasta ahora, con 'Muerte en abril' y 'Muerte de un violinista', porque cuando abrí sus páginas, encontrándome muy, muy lejos de la novela negra que podríamos llamar clásica, me di cuenta que la novela negra clásica estaba muy, muy viva y muy, muy guapa, al menos en Canarias.

'Un Rastro de Sirena' no sólo continúa esa senda de vocabulario vivaz, canarión e isletero, y esa prosa a medio camino entre la ironía más cínica y el estilo más depurado. No sólo se lee con tanta diversión como las desventuras, años ha, de Maracha y el pánfilo Camember. No sólo te arranca la sonrisa con sus parrafadas sin pausa, sus diálogos inmiscuídos en el párrafo y sus verdades como puños, sociales y callejeras, disfradas de lenguaje real como la vida misma, que además te presenta un caso policial brutal que te pega de principio a fin a sus páginas.

No sólo pone en tu piel una aventura como si la estuvieras viendo, narrada, descrita y contada al pie de la calle, por un tipo real en una ciudad real con problemas reales, sino que encima te atrapa, te engancha, y te lo pasas de puta madre.

Me leí las tres primeras entregas de la saga policiaca de José Luis Correa como un tiró, en un sólo verano, alucinando por lo mucho que me atraía ese estilo innovador y ese acercamiento a la vida, la gente y la calle canaria. Tal vez pequé de ambicioso y con la tercera el resuello se me iba escapando, llegué a pensar que Ricardo Blanco y yo siempre nos llevaríamos bien, pero que tanta convivencia de sopetón nos iba a acabar distanciando.

Sin embargo 'Un rastro de Sirena', a la que me acerqué con cautela prejuiciosa, ha desbordado mis espectativas, me ha hecho pasar un rato -Correa no va a aburrirnos con seiscientos folios de paja, él sólo va al grano bien decorado- tan entretenido y emocionante como pocos autores han logrado, y además me vuelve a dar una bofetada de maestro -casi padre y consejero para mí en esto de las letras-, al demostrarme que la novela negra clásica, que no, que Pepe no va a permitirlo, no está estancada ni mucho menos.

Y envidio a su autor, como dije al principio, porque daría un brazo por escribir como él, por saber retratar al tipo de la calle con pinturas tan verosímiles, y por saber enlazar unos casos, misterios, trabajos detectivescos que ya quisieran Spade, Marlow y Poirot. Eso sí, al ritmo de Charlie Parker.

Qué gran tipo y qué gran libro, carajo. Que diría Colacho.

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sábado, 17 de abril de 2010

Portada y Web de 'Noctámbulo'.


Pronto llegará a las librerías, 'Noctámbulo', la nueva novela de Miguel Aguerralde, autor de 'Claro de Luna'.

Un cuento de Terror vampírico adaptado a nuestros días en el que se mezclan el amor, la tragedia, el Terror y el suspense.


Todavía no hay fecha confirmada de salida a la venta, en Desde el Sótano iremos avisando de todas las novedades pero mientras, en su web oficial podéis encontrar información sobre cuándo y dónde encontrarla.

Visita su web aquí.

En lo que contamos los segundos de espera, si quieres hacer una reserva podéis dejar un comentario aquí, en el Libro de Visitas de su web o escribiendo al correo del autor,


Ahora sólo queda esperar que la imprenta sea veloz y tengamos Noctámbulo en nuestras manos cuanto antes.


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domingo, 7 de marzo de 2010

Noche de Tormenta.



Las luces del pasillo parpadearon como un pestañeo, como el aleteo de un pájaro, pero finalmente permanecieron encendidas. No fue la única vez. Al final de ese pasillo, en la salita, Ángela leía los primeros capítulos de una novela, ésa en la que un tipo tan raro abría una tienda de Cosas Necesarias en un pueblo de Nueva Inglaterra. Se preguntaba qué pasaría a continuación cuando las luces del corredor volvieron a zumbar.

La lluvia golpeaba con furia los cristales de la salita, y el viento, fuerza inesperada, alerta naranja, arrojaba hojas secas y pequeñas piedras contra las ventanas. Habían dicho en la televisión que en la ciudad las rachas del vendaval habían derribado un drago y arrancado de sus bases varias señales de tráfico. La última vez que Ángela se había atrevido a asomarse los relámpagos teñían de azul eléctrico un cielo negro como la pez.

Ahora en la televisión, sin sonido para poder leer, se sucedían las interferencias paralizando y distorsionando las imágenes. La cara de aquel actor se volvió un crucigrama de píxeles, después regresó a su forma natural pero en tonos de gris, sin color ninguno. A continuación dos líneas horizontales dividieron la imagen en tres franjas cimbreantes y de pronto se apagó.

No hay señal o ésta es muy débil, rezaba el letrero azul en mitad de la pantalla negra. El viento sacudió los ventanales como si fuera a hundirlos dentro de la casa y Ángela pegó un respingo. Colocó un pedazo de papel entre las hojas y cerró la novela, leer las raras mañas del misterioso tendero no la estaba ayudando a calmarse. Deseó haber tomado prestada en la biblioteca una lectura más alegre y subió a ver cómo seguían durmiendo las fieras.

Un estallido de luz resquebrajó el cielo cuando ascendía por las escaleras convirtiendo el pasillo del segundo piso en un mosaico de rojos, azules y violetas a través de la cristalera. Los niños dormían, increíble pero cierto. Ángela comprobó que la ventana de su habitación continuaba bien cerrada y arropó a los mellizos en sus diminutas camitas de bebé, por si con la tormenta bajaban de golpe las temperaturas.

Salió de la habitación dejando la puerta entornada, quería oírlos desde abajo si empezaban a llorar, pero no comprobó el resto de las ventanas de aquella planta porque no quería pasar ni un segundo más de aquella tempestad lejos del teléfono ni del ordenador conectado a Internet. Confiaba en que su prima, la madre de los mellizos, se hubiera encargado de asegurarlas todas.

En la cocina se preparó una taza de agua hirviendo y mientras la infusión reposaba regresó con ella al sillón de la salita. La televisión seguía sin señal, la conexión de Internet se había caído, dejó la taza sobre una revista encima de la mesa y recuperó la novela, qué remedio. El viento zumbaba entre los quicios de las puertas, la lluvia, feroz, golpeaba los cristales que temblaban como si se tratara de un barco a la deriva. Ángela, petrificada, se dio cuenta en ese instante de que estaba conteniendo la respiración. Y entonces las luces del pasillo pestañearon por última vez. Toda la casa quedó a oscuras.

Oyó un claxon repicar a lo lejos, un frenazo, difuminado por el estruendo de la tormenta. En la penumbra de la salita, un relámpago convertía su mundo en un despliegue psicodélico de luces de pesadilla antes de devolverlo al negro. Un perro ladraba, imposible saber desde dónde. El viento arrastraba las sillas de la piscina de un lado a otro de la terraza, golpeando las paredes, chocando con el ventanal. Ángela oyó el crujir de una de las macetas de su prima reventarse contra el suelo desde el segundo piso. Sintió que sus uñas se clavaban en los brazos del sillón y que si apretaba más los dientes los partiría unos contra otros.

Pero el viento arreció, la ventana del salón vibraba a punto de escaparse de su carril de aluminio y el sonido se volvió tan aterrador, ulular demencial como aullido de lobo, que le dolía en los oídos y le ponía la piel de gallina. Quiso incorporarse para subir con los niños pero una ola de lluvia que estalló contra la ventana la hizo perder pie y cayó de nuevo en el sillón en mitad de un alarido. Se fijó en que estaba llorando. Y entonces llamaron a la puerta.


Que sean ellos, pensó, que sea mi prima, su marido, y el maldito ejército de salvación, que sean ellos. Se lanzó por el pasillo a oscuras, tropezando con una mesita que no recordaba que estuviera allí y sin pensar en que su prima o su marido tendrían llave y no utilizarían el timbre. Las luces del pasillo aletearon otra vez pero volvieron a apagarse. Ángela abrió la puerta y recibió el golpe de un viento mojado en lluvia y la visita de un hombre embozado que no conocía. La sangre se detuvo en sus venas.

El tipo, recortado al contraluz de los relámpagos como un encapuchado alto y robusto, encendió una linterna y se iluminó el rostro desde abajo. Si su sonrisa pretendía ser amable a Ángela le pareció recién salida del infierno. Quiso cerrar, pero era demasiado tarde. El hombre apoyó su mano en la puerta y la obligó a mantenerla abierta.

-Espera –le dijo, su voz no parecía tan terrible, casi educada. Elevó la linterna y Ángela pudo ver que era relativamente joven, pecoso, y que sus ojos azules mostraban una cierta expresión cansada.

- ¿Quién es usted?

El tipo giró el haz de luz y bajó un poco la cremallera de su chubasquero, le mostró un mono gris de trabajo y la chapita cosida en la pechera que identificaba a su empresa.

-Soy de la compañía eléctrica. En este barrio a ocurrido un apagón.

Cierto, pensó Ángela, lógico, claro. Y rápido, muy rápido.

- Qué rápidos son, ¿no? -preguntó, empezando a entornar la puerta. El tipo sonrió pero no opuso resistencia.

-Bueno, ésta no ha sido la primera zona en apagarse –comentó-. En noches así los agentes nos repartimos por las calles, para llegar cuanto antes a…

El hombre seguía hablando pero Ángela no se creía una mierda. No se lo dijo así, por supuesto, pero no disimuló su intención de cerrar la puerta. Las luces de la casa se encendieron apenas un momento. El tipo era alto, sí, más que ella, y fuerte, tal vez sí que trabajara como técnico de algo, después de todo, y su mirada no resultaba del todo desagradable. Quizá tengas razón, y no deba sentir miedo, pensó, pero no, lo siento, creo que…

Un nuevo relámpago convirtió al tipo del mono gris en una silueta a contraluz. Ángela casi había conseguido cerrar la puerta.

-Creo que será mejor que vuelva cuando mi prima y su marido vuelvan a casa.

- ¿No están? –preguntó él como un resorte.

-No, estoy yo sola con los niños. Han salido y… -demasiada información, pensó después, mucho después- Vuelva dentro de un rato.

El hombre de la compañía eléctrica sonrió, pero ya su expresión no tenía nada de amable. Ángela pensó de pronto en el lobo feroz de los tres cerditos, claro que nunca le había visto pero ese era el gesto que su imaginación le atribuía cuando intentaba colarse en la casa de alguno de ellos. Déjame pasar…

-Pero te quedarás ahí solita… -dijo él entre dientes dando un paso hacia delante.

Ángela cerró la puerta de golpe. Puso la cadena, no tenía la llave, colocó una silla delante y dio dos pasos atrás conteniendo un escalofrío, buscando aliento entre sus jadeos. El tipo se reía al otro lado de la plancha de madera. Se reía, y Ángela supo que no olvidaría esa risa en lo que le quedara de vida. Igual que supo que la noche no había hecho más que comenzar.

Un relámpago llenó de azul el pasillo inerte. Ángela se acercó a la mirilla, esperando encontrar al loco aquel acechándola al otro lado, pero ya no había nada, sólo un manto gris de lluvia sacudiendo la puerta de la entrada, los coches aparcados, restos de un arbusto rodando calle abajo arrastrado por el viento.

Ángela se alejó de allí y regresó a la salita. La risa de aquel payaso todavía repicaba en sus oídos, al menos se había ido. La lluvia y el viento no parecían dar tregua así que se sentó en el sillón y abrió otra vez la novela. Intentó leer con la tenue claridad que se colaba por la ventana pero.., a ver quién se concentraba con semejante susto encima. Las voces de la gente que entraba en la tienda de Cosas Necesarias se le mezclaban con aquella risa infernal, con su sonrisa de colmillo torcido, con su mirada dilatada al final. Cerró la novela y la dejó sobre la mesa, palpó la taza de té, ya frío, y probó un sorbo que le supo a agua sucia. Hasta el sabor le había amargado la visita.
Soplaré y soplaré. No podía pensar en otra cosa.

El estruendo de la lluvia y los truenos era ensordecedor, parecía aumentar en lugar de aplacarse. Ángela se llevó las manos a las sienes, histérica, se preguntaba cómo los mellizos podían seguir durmiendo. Se esforzó por escuchar, desde allí, si lloraban o hacían algún ruido, pero era imposible con la tormenta. Subiría a verlos de nuevo.

Tomó la taza de té desperdiciado para llevarlo a la cocina de camino al piso de arriba, así aprovecharía para prepararse algo, como si comer fuera a distraerla, aunque no sabía qué tendría su prima ni qué podría gastarle, quizá unos huevos, o si no unas galletas o…


Quedó de una pieza al entrar en la cocina. Sintió el chasquido de su corazón al detenerse, el golpe del aliento al tropezar contra sus pulmones bloqueados por el miedo. Todos los cajones y puertas de los muebles estaban abiertos, algunos vaciados sobre la encimera o el suelo. Las cortinas, arrancadas, caían sobre el grifo y los platos rotos del fregadero, la leche se derramaba desde la puerta abierta del frigorífico, donde un gato muerto enterraba su cabeza ensangrentada en una fuente de pasta gratinada.

El ánimo de Ángela dio un vuelco, si la tromba de agua y el batir del viento le habían ocultado el estrépito de aquel desastre qué podían haberle ocultado del piso de arriba. Se agachó y recuperó uno de los cuchillos de cocina tirados por el suelo, salió de allí y se dirigió a la escalera pero algo la golpeó por la espalda y la hizo caer contra el primero de los escalones. El cuchillo acabó muy lejos de su mano.

-Hola, niña –escuchó a su espalda-. Soy de la compañía eléctrica.

Una mano le agarró del pelo y consiguió darle la vuelta, Ángela vio los ojos claros del técnico abiertos como los de un lobo, el lobo feroz, y sus fauces desencajadas en una sonrisa babeante.

-Te dije que me dejaras pasar.

La levantó del suelo y la llevó contra la pared, sus manos lamieron su cuerpo y su lengua empapó sus labios, sus dientes, su boca, con una fuerza inusitada que no era capaz de vencer. Quería gritar, quería morder, pero los dedos que se clavaban en su garganta le impedían hacer cualquiera de las dos cosas. Patalear, ése era el recurso. Si encontraba…

El hombre cayó de rodillas con su entrepierna reventada por el punterazo. Ángela se escurrió entre sus brazos y gateó entre jadeos ahogados hasta alejarse de él, pero su instinto no la llevó a recuperar el cuchillo y rematarlo sino a subir las escaleras en busca de la habitación de los mellizos. En el rellano la deslumbró un nuevo parpadeó de las bombillas traicioneras, encontró las paredes del pasillo pintarrajeadas, manchadas de rojo, de manos, de insultos, los cuadros que había colgados alfombraban ahora el suelo convertidos en retales rasgados y la mesa que albergaba un jarrón con flores y algunas fotografías esparcía su contenido junto al pie de la escalera. Ángela sorteó los escombros y llegó a la puerta del dormitorio de los bebés. Primero sonrió con alivio al no escuchar llanto alguno. Además la puerta seguía cerrada. Después olvido su sonrisa y se puso a temblar. Ella no la había cerrado.

Entró en la habitación y, a oscuras, tentó la penumbra hasta rozar con los dedos la madera de las estructuras de las camas. Palpó el interior de una de ellas, el cuerpo tierno del pequeño seguía acostado, caliente, por alguna razón mojado, pringoso, destapado cuando ella lo había dejado cubierto con su manta. Le llamó la atención su postura, desordenada, incómoda. Siguió palpando y le pareció que no respiraba, no puede ser, buscó su pecho y lo encontró inmóvil, busco su boca, su nariz, pero su cara no estaba, su cabeza no estaba.

Ángela ahogó un grito entre hilos de lágrimas y se giró hacia la otra cama, tanteó pero sus manos se hundieron en la tela encharcada y viscosa de la sábana. Regresó al umbral y se afanó por accionar una y otra vez el interruptor de la luz pero éste, como ya esperaba, no servía para nada. Soy de la compañía eléctrica.

Corrió hasta la ventana, arrancó la cortina y subió la persiana al máximo. En la acera de enfrente, a través de la vidriera de los vecinos, intuía las imágenes de aquel actor moverse en la pantalla, una ventana estaba encendida en su segundo piso. Calle abajo una farola intentaba llenar de luz una esquina tomada por la lluvia. La electricidad había regresado al barrio pero a su casa no. A su casa no.

Un relámpago estalló en el cielo sobre su cabeza, le mostró las paredes de la habitación pintadas de rojo, un estallido de sangre sobre una de las camas se disparaba como un globo de agua al reventar hacia el techo. La cabeza de un mellizo la miraba desde la almohada del otro.
Salió corriendo de la habitación conteniendo las náuseas, al abrir la puerta resbaló con los restos de flores tiradas y fue a chocar contra la pared del pasillo pero consiguió recuperar el pie y se apresuró en bajar la escalera para recuperar su cuchillo. El tipo de la luz ya no estaba junto a la cocina. Y el cuchillo tampoco.

La casa a oscuras, la casa en silencio. Los dos niños muertos. Sin teléfono, sin cobertura en el móvil, sin Internet. Repasó mentalmente las opciones como una sucesión de imágenes, más que de palabras, la visión de la puerta fue la última, la que permaneció fija y creciendo por momentos. No tenía nada más que cuidar allí que su propia vida. Escuchó el chasquido a su espalda. Se abalanzó hacia el pasillo principal cuando un estallido arrancaba lascas de cemento de la pared junto a su cabeza. Las luces volvieron a parpadear, le mostraron una sombra gigante que la perseguía por las paredes y el suelo, envolviéndola en su camino a la puerta. Giró el picaporte y tiró del pomo pero su huída se atascó con la cadenita de hierro. Volvió a cerrar, sus dedos pelearon con los eslabones escurridizos, con el riel por el que…

De pronto sintió su espalda partirse en dos pedazos, un arañazo de dolor recorrió su carne de derecha a izquierda, desde el hombro hasta la cadera, sintió la sangre deslizarse por su piel y empapar la cinturilla del vaquero. Su chillido se mezcló con el bullicio atronador de la tormenta. Cayó al suelo y así esquivó el siguiente machetazo, el que apuntaba a su cabeza y se fue a clavar en la madera de la puerta junto a la mirilla. El tipo de la compañía eléctrica gruñó y se dio la vuelta, de pronto le divertía observar a aquella cría que gateaba entre tinieblas con la espalda abierta en canal.

Empezó a reír. A reír otra vez.

-No tengo prisa, niña –dijo-. Y tú tampoco.

Ángela cruzó el salón en un esfuerzo que le pareció durar una hora entera. Aquella risa se clavaba en su cabeza. Perdía las fuerzas al mismo ritmo que se le escapaba la sangre por la tremenda herida. Los músculos vertebrales destrozados le dificultaban respirar.

-Las carreteras hacia aquí están cortadas –continuaba aquél-. Tu prima tendrá que esperar para volver a casa.

De nuevo esa risa. Ángela encontró con sus dedos el borde de los escalones y empezó a subir, a cuatro patas, chillando de dolor con cada intento de elevar un brazo arqueando esa espalda malherida. Sintió unas manos posarse sobre sus nalgas, apretarlas, sobarlas, dedos que se deslizaron hasta desabrocharle el botón de los vaqueros, garras que bajaron la cintura del pantalón hasta dejar ver el principio del tanga.

-Sí… Me gusta –escuchó. A mitad de la escalera las mismas manos intentaron descubrir el lado interior de los pantalones.

El tipo de la compañía eléctrica se inclinó sobre ella para encontrar mejor lo que buscaba, el cuchillo de cocina que llevaba en la mano quedó muy cerca de la cara de la chica cuando tuvo que apoyarse en el escalón para no perder el equilibrio y poder manosearla sin rodar escaleras abajo. Un relámpago volvió a llenar de colores la escalera y los dientes de Ángela se incrustaron en la muñeca del aquel hijo de puta. Sabía a sudor, a sangre y a tripas de gato. El hombre soltó el cuchillo en mitad de un alarido que a la chica le sonó casi infantil y con un rápido gesto la mano izquierda de Ángela lo agarró por media hoja y lo introdujo con violencia en la cuenca del ojo de su agresor.

No tuvo tiempo para sorprenderse por su puntería, sin darse la vuelta coceó las piernas, el vientre, el pecho, la cabeza de aquel animal mientras éste se separaba de ella y era tragado por las tinieblas de la escalera. Ángela intentó acelerar su gateo cuanto pudo, con las fuerzas a punto de abandonarla, se arrastró hasta la primera puerta del pasillo y se coló en la habitación auxiliar de la casa de su prima. Un pequeño despacho, mitad estudio mitad cuarto de trastos almacenados, cuya ventana estaba rota, expuesta a la tormenta con un boquete delator en el cristal. Ya sabía por dónde había entrado el bastardo. Por el otro lado se asomaba al interior la rama más rígida y resistente del árbol que adornaba la entrada.

Sólo le quedaba llegar hasta allí, trepar la ventana, superar el dolor, ya le arreglarían en el hospital lo que hiciera falta, dejarse caer sobre la rama y protegerse la cabeza para que el golpe contra el suelo –seguro- no resultara mortal. Después gritar, gatear si pudiera, intentar llegar a la acera, cruzar la calle, tocar el timbre de los vecinos.

La casa en silencio, a oscuras. No más relámpagos, la lluvia menguante le golpeaba las manos apoyadas en el quicio de la ventana rota. Sólo tenía que auparse. Entonces escuchó el lento quejido de las bisagras de la puerta al girar. Se dio la vuelta. La entrada del cuarto quedaba a oscuras, demasiado lejos para que la luz de la ventana iluminara si lo que había oído era real o allí no había nadie.

Las luces de la habitación se encendieron y apagaron como un pestañeo, como el aleteo de un ave. El hombre de la compañía eléctrica estaba frente a ella con el cuchillo insertado en el ojo y unas tijeras de cocina empuñadas con ambas manos. Un relámpago estalló y, en la oscuridad, el trueno que lo siguió ahogó para siempre el último grito de Ángela.





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