Letras de Sangre: 'La Carretera', de Cormac McCarthy
Adentrarse en una novela nueva siempre es un esfuerzo, esfuerzo porque sabes que para bien o para mal no te la quitarás de encima en hora y media o dos horas, como una película, sino que probablemente sentirte a gusto y conectar con ella te llevará algo más de tiempo. Adentrarse además en una novela tan cacareada a bombo y platillo no sólo es un esfuerzo sino que cargas con la presión de que como no te guste eres un poco raro.
A mi no me disgusta ‘La Carretera’, de este raro genio americano que dicen es Cormac McCarthy, pero tampoco me ha entusiasmado como para no presentar algunas quejas.
La Carretera es una novela tremenda. Tremendamente dura, tremendamente seca y tremendamente pesimista. No hay un motivo para la sonrisa en esta carretera. Cuenta la historia de un padre y su hijo pequeño, supervivientes en un mundo devastado, postapocalíptico, en el que los mares y los ríos ya no fluyen, la ceniza y el polvo cubren las ruinas de lo que una vez fueron nuestras ciudades y los humanos son la última especie a extinguir.
En este mundo al fin de sus días padre e hijo emprenden una desesperanzada huída hacia el sur, siguiendo una solitaria carretera que les hará atravesar mil peligros. El calor, el frío, la sed y el hambre, la falta de sustento y cobijo, la soledad, las enfermedades pero, sobretodo, la presencia o no de otros supervivientes como ellos.
En La Carretera no hay héroe y el villano es el propio ser humano, responsable de la situación del planeta y culpable de la muerte que acecha en cada página. El padre y el hijo de la novela de McCarthy no son más que ejemplos de otros cientos de vidas al límite de la supervivencia, como ellos.
Las causas de tal desastre no quedan más que pinceladas en La Carretera, igual que sus consecuencias, plasmadas en el pesimismo, desesperación y rendición de algunos protagonistas. El dolor que transmite cada línea es tan duro y frío como un filo de acero.
Porque La Carretera está escrita de una manera extraña que torea las leyes de la corrección estilística. Ausencia de los signos de puntuación apropiados, frases largas que no hacen más que añadir información sin cesar hasta aturullarse, sin capítulos, sin apenas diálogos. La novela discurre a lo largo de un millar de descripciones que una a una no son excesivas o cargantes, pero que convertidas en el único hilo narrativo terminan por cansar.
Que la prosa es efectiva y que la falta de adornos acrecienta la sensación de pesimismo, de desamparo, sí, la novela es dura y cruel como ella sola. Pero que la manera de narrar es confusa y por momentos distante, también.
De manera que me ha gustado La Carretera, en algunos aspectos me ha gustado mucho y sé reconocer que estoy ante un pedazo de libro del que se va a hablar y mucho y no sólo por la peli que Viggo Mortensen estrenará en 2010. Es un gran libro y muy recomendable, sobrecogedor y brutalmente intenso, pero también advierto que está escrito de una manera que puede hacerlo difícil al principio.
A mi no me disgusta ‘La Carretera’, de este raro genio americano que dicen es Cormac McCarthy, pero tampoco me ha entusiasmado como para no presentar algunas quejas.
La Carretera es una novela tremenda. Tremendamente dura, tremendamente seca y tremendamente pesimista. No hay un motivo para la sonrisa en esta carretera. Cuenta la historia de un padre y su hijo pequeño, supervivientes en un mundo devastado, postapocalíptico, en el que los mares y los ríos ya no fluyen, la ceniza y el polvo cubren las ruinas de lo que una vez fueron nuestras ciudades y los humanos son la última especie a extinguir.
En este mundo al fin de sus días padre e hijo emprenden una desesperanzada huída hacia el sur, siguiendo una solitaria carretera que les hará atravesar mil peligros. El calor, el frío, la sed y el hambre, la falta de sustento y cobijo, la soledad, las enfermedades pero, sobretodo, la presencia o no de otros supervivientes como ellos.
En La Carretera no hay héroe y el villano es el propio ser humano, responsable de la situación del planeta y culpable de la muerte que acecha en cada página. El padre y el hijo de la novela de McCarthy no son más que ejemplos de otros cientos de vidas al límite de la supervivencia, como ellos.
Las causas de tal desastre no quedan más que pinceladas en La Carretera, igual que sus consecuencias, plasmadas en el pesimismo, desesperación y rendición de algunos protagonistas. El dolor que transmite cada línea es tan duro y frío como un filo de acero.
Porque La Carretera está escrita de una manera extraña que torea las leyes de la corrección estilística. Ausencia de los signos de puntuación apropiados, frases largas que no hacen más que añadir información sin cesar hasta aturullarse, sin capítulos, sin apenas diálogos. La novela discurre a lo largo de un millar de descripciones que una a una no son excesivas o cargantes, pero que convertidas en el único hilo narrativo terminan por cansar.
Que la prosa es efectiva y que la falta de adornos acrecienta la sensación de pesimismo, de desamparo, sí, la novela es dura y cruel como ella sola. Pero que la manera de narrar es confusa y por momentos distante, también.
De manera que me ha gustado La Carretera, en algunos aspectos me ha gustado mucho y sé reconocer que estoy ante un pedazo de libro del que se va a hablar y mucho y no sólo por la peli que Viggo Mortensen estrenará en 2010. Es un gran libro y muy recomendable, sobrecogedor y brutalmente intenso, pero también advierto que está escrito de una manera que puede hacerlo difícil al principio.