lunes, 29 de noviembre de 2010

El Guardian entre el Centeno.


Llevaba años pensando echar el guante a El Guardián entre el Centeno, un clasicazo americano, imprescindible en sus colegios, del que había oído de todo, en especial su profunda influencia en escritores posteriores y en varias generaciones de músicos, cineastas y artistas de todo calado, o en colgados de la vida como el tipo que le incrustó un balazo a John Lennon, como es bien conocido.

Con un lenguaje directo, qué digo, directísimo, que convierte su lectura en casi una charla coloquial con Holden, el protagonista, tamizada de guiños, coletillas, un mogollón de detalles que humanizan de manera magistral al personaje, El Guardián entre el Centeno se me ha hecho no sólo ameno sino hasta entretenido y breve, teniendo en cuenta lo lejos que queda su temática y género de lo que estoy acostumbrado a leer o escribir.


Cuánta polémica a resueltas de El Guardián entre el Centeno. Holden es un chaval desencantado, un verdadero cínico y pesimista, un analista superficial pero iracundo de su realidad, de, al menos, la realidad que el conoce. Holden huye de casa buscando una ruptura con un mundo que le asquea y lo que encuentra no sólo es más de lo mismo sino incluso peor de lo que esperaba.

Durante sus pocas pero concisas páginas J. D. Sallinger destripa una época, un mito del sueño americano con una mala baba que no por casualidad fue tacahada de instigadora y hasta de subersiva. El Guardián entre el Centeno estuvo prohibido o censurado durante muchos años.

Crítico y duro como ninguno, no puedo decir que esté de acuerdo con sus planteamientos pero sí me ha fascinado su forma de posicionarse en un punto de vista y meter fuego de un modo visceral.

Me ha encantado su lectura, me ha resultado distinto y original apesar de sus casi sesenta años, recomiendo El Guardián entre el Centeno con la distancia de quien sea capaz de leerlo con espíritu crítico y sin dejarse comer la bola.

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