martes, 29 de septiembre de 2009

Letras de Sangre: 'La Carretera', de Cormac McCarthy


Adentrarse en una novela nueva siempre es un esfuerzo, esfuerzo porque sabes que para bien o para mal no te la quitarás de encima en hora y media o dos horas, como una película, sino que probablemente sentirte a gusto y conectar con ella te llevará algo más de tiempo. Adentrarse además en una novela tan cacareada a bombo y platillo no sólo es un esfuerzo sino que cargas con la presión de que como no te guste eres un poco raro.

A mi no me disgusta ‘La Carretera’, de este raro genio americano que dicen es Cormac McCarthy, pero tampoco me ha entusiasmado como para no presentar algunas quejas.



La Carretera es una novela tremenda. Tremendamente dura, tremendamente seca y tremendamente pesimista. No hay un motivo para la sonrisa en esta carretera. Cuenta la historia de un padre y su hijo pequeño, supervivientes en un mundo devastado, postapocalíptico, en el que los mares y los ríos ya no fluyen, la ceniza y el polvo cubren las ruinas de lo que una vez fueron nuestras ciudades y los humanos son la última especie a extinguir.

En este mundo al fin de sus días padre e hijo emprenden una desesperanzada huída hacia el sur, siguiendo una solitaria carretera que les hará atravesar mil peligros. El calor, el frío, la sed y el hambre, la falta de sustento y cobijo, la soledad, las enfermedades pero, sobretodo, la presencia o no de otros supervivientes como ellos.

En La Carretera no hay héroe y el villano es el propio ser humano, responsable de la situación del planeta y culpable de la muerte que acecha en cada página. El padre y el hijo de la novela de McCarthy no son más que ejemplos de otros cientos de vidas al límite de la supervivencia, como ellos.



Las causas de tal desastre no quedan más que pinceladas en La Carretera, igual que sus consecuencias, plasmadas en el pesimismo, desesperación y rendición de algunos protagonistas. El dolor que transmite cada línea es tan duro y frío como un filo de acero.

Porque La Carretera está escrita de una manera extraña que torea las leyes de la corrección estilística. Ausencia de los signos de puntuación apropiados, frases largas que no hacen más que añadir información sin cesar hasta aturullarse, sin capítulos, sin apenas diálogos. La novela discurre a lo largo de un millar de descripciones que una a una no son excesivas o cargantes, pero que convertidas en el único hilo narrativo terminan por cansar.

Que la prosa es efectiva y que la falta de adornos acrecienta la sensación de pesimismo, de desamparo, sí, la novela es dura y cruel como ella sola. Pero que la manera de narrar es confusa y por momentos distante, también.



De manera que me ha gustado La Carretera, en algunos aspectos me ha gustado mucho y sé reconocer que estoy ante un pedazo de libro del que se va a hablar y mucho y no sólo por la peli que Viggo Mortensen estrenará en 2010. Es un gran libro y muy recomendable, sobrecogedor y brutalmente intenso, pero también advierto que está escrito de una manera que puede hacerlo difícil al principio.


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viernes, 18 de septiembre de 2009

Letras de Sangre: Duma Key


La última novela en salir a la venta de Stephen King es algo así com un carrusel de feria, de estos de caballitos pintados de colores, en el que a cada rato estás arriba como al siguiente estás abajo. Duma Key nos presenta a uno de los personajes más complejos y mejor construídos por el maestro del suspense, además de un entorno perfectamente dibujado y descrito, el problema es precisamente ése, que a fuerza de tanto construír, dibujar y describir personajes y espacios, la novela adolece a menudo de un ritmo insostenible.

Puedo decir que Duma Key me atrapó nada más que en el último tercio de la novela, hasta entonces mi lectura era algo así como un esfuerzo frustante con la esperanza de que SK no me iba a fallar a estas alturas y que algo bueno iba a encontrar al final del camino.

Fue así, de hecho, Duma Key tiene un sprint final que recomiendo a todo aquel aficionado al género, lo que me pregunto es si merecen la pena las quinientas páginas anteriores para llegar a esa verdadera "chicha".

Edgar Freemantle es un constructor forrado de millones que en un accidente laboral pierde su brazo derecho, además de sufrir terribles heridas y salvar la vida por los pelos, lo que le convertirá, a partir de ese momento, en un hijo de puta inestable, bipolar, cargado de insoportables dolores y una cruel pérdida de memoria. Tendrá que aprender a andar, a hablar y hasta a valerse por si mismo de nuevo, lo que le lleva a una situación de angustia vital que termina pagando con su familia y sus seres más cercanos.

En el largo sufrimiento que supone la rehabilitación sus accesos de ira incontenibles le harán perder a su esposa, su matrimonio y a su familia, de manera que su terapéuta le recomienda una escapada, un cambio de aires, empezar una vida nueva que le ayude a mejorar sin causar más daño a nadie.

Así aterrizará en la vieja mansión de Duma Key, un caserón de cien años colgado sobre el golfo de Florida, un lugar encantador y... encantado. Al rumor del sonido de las conchas le poseerá una terrible ansia por recuperar su vieja pasión por la pintura, y la pintura cambiará por completo su vida, mucho más de lo que hubiera deseado.

La novela arranca de un modo lento, intrascendente y casi confuso. Pasan un montón de cosas pero ninguna tiene un mínimo interés, hasta que Edgar llegue a Duma Key y empiece a experimentar esos sucesos inexplicables. El ritmo vuelve a decaer a continuación, pero por fin, al llegar el momento de resolver el misterio y vivir el desenlace, encontramos uno de los finales más dramáticos y aterradores de los último libros de King.

Clavado en la tradición y el folclore de la vieja y profunda América, tal como le suele gustar al autor -Duma Key puede recordar por pasajes a la excepcional 'Un saco de huesos'-, el enigma desencadenante del Terror en esta novela no es de lejos tan interesante o elaborado como en otras obras anteriores, de hecho queda un poco inconcluso, sin explicar, como en el aire, pero una vez más toda la parafernalia conque lo adorna King y la manera en que ese misterio influye en el presente vuelve a ser magistral.

En definitiva, Duma Key, obra mediana del gran King, pero en la línea del último King, en la que habrá que tener paciencia para llegar a un último tercio espectacular que de verdad merece la pena.

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