lunes, 20 de abril de 2009

Crítica de 'La Llave del Abismo', de José Carlos Somoza


Me van a permitir que me tome una licencia y divida la actividad lectora en dos: el ejercicio de leer y el placer de leer. Es una distinición muy personal que será muy mal vista por algunos lectores, esos que de alguna manera disfrutan leyendo un diario, un ensayo o un libro de leyes, porque a eso es a lo que me refiero con el ejercicio de leer. Pero el placer de leer es algo muy diferente, es un apartado del alma que sin poderlo evitar yo vinculo exclusivamente con la poesía o, por encima de todo lo demás, con la narrativa.

Y a este respecto, y como simulacro de escritor, no seré capaz de separar el arte de escribir del placer de leer. Porque el arte de escribir tiene como objetivo último que se produzca el placer de leer, igual que el placer de escribir depende al final del arte de leer. Saber leer es tan importante como saber escribir.

Hay que ser muy grande para saber escribir con la intención, única y pura, de generar placer, deleite, a quien quiera que te lea. Novelas que no pretenden nada más que seducir y entretener, hacer soñar y picar la imaginación. En eso fue un genio, y permanecerá vivo siempre, Howard Phillips Lovecraft.

Todo este embrollo alrededor de la narrativa viene a cuento del maravilloso libro que acabo de terminar. Porque si el escritor de novelas persigue y anhela el placer de sus lectores, José Carlos Somoza lo consigue con creces. Es La Llave del Abismo.

La lectura de La Llave del Abismo ha sido mi primera aproximación al arte de Somoza, y debo admitir mi culpa por el retrógrado empecinamiento y la autolimitación de mis miras al centrarme durante tantos años en leer un círculo muy reducido de autores de Terror, especialmente americanos, despreciando a muchos otros. Por eso no conocía las obras de Somoza pero sí las de la fuente de la que bebe, y de qué manera, La Llave del Abismo: el mundo de H. P. Lovecraft.

La Llave del Abismo no es una historia de Terror al uso ni es una novela negra ni tampoco es pura ciencia ficción, es mucho más que eso y todo a la vez. Entronca de una manera sin igual, original y apabullante, Los Mitos de Cthulhu con el mundo futurista de su protagonista, Daniel Kean, a la vez que convierte el viaje vital de este hombre diseñado en un aventura por etapas que me recordó tan claramente a La Comunidad del Anillo que no dejé de disfrutarlo como si volviera a leer algo nuevo de Tolkien.

Un Tolkien futurista, oscuro, atrevido y muy duro, un Blade Runner lovecraftiano tan bien planteado y enlazado que se lee con auténtica devoción y que siembra en el lector una terrible duda, una agónica posibilidad, que nos hace plantarnos nuestro pasado y por añadidura, el futuro: Y si...

Porque el mundo de Daniel Kean es un planeta devastado por un Cataclismo, una Tierra cambiada, diferente de como sus Ancestros la conocieron, antes de la caida del Color y de que su Dios se instalara en las profundidades para someter y atemorizar a los humanos. Unos humanos que ya no se reproducen por la arcaica concepción materna sino que son diseñados, construídos genéticamente como criaturas perfectas, inmunes al frío, al dolor, a las enfermedades. A todas menos a las del corazón, porque ésa es la manera en la que deben morir los hombres, según su Sagrada Biblia, la Biblia del Amor Artesanía.

Las concepciones religiosas de esta nueva raza de humanos -para ellos, la única- constriñen y dirigen su vida de una manera asfixiante, y muy pocos se atreven a cuestionar la veracidad de esos Catorce capítulos que componen su Credo.

Somoza nos presenta a algunos de ellos, creyentes del Cuarto, del Décimo o del Décimotercero, un funcionario del Gran Tren, un escéptico hombre biológico, un rico empresario, un sin fín de enemigos a cuál más poderoso y una enigmática muchacha que jamás abre los ojos. Todos en busca de una explicación, todos exponiendo sus vidas para encontrar La Llave del Abismo.

La Llave del Abismo también tiene sus taras, como una narración por momentos hiperralentizada, una exhaustiva descripción de entornos y personajes, un lenguaje a menudo demasiado literario, demasiado lovecraftiano, o un ritmo irregular que puede pasar de la decoración de interiores barrocos al folletín de aventuras más propio de Verne o Dumas. Sin embargo, el conjunto no deja de atrapar al lector y sumergirle en una espiral de acción-reacción, misterio-revelación-enigma siguiente que hace que no sea un libro sencillo de aparcar.

La Llave del Abismo es, en esencia, un thriller de ciencia ficción con una sólida base lovecraftiana, no quiero ni imaginarme cómo de difícil y cuánto trabajo debe costar elaborar una novela de la manera en que José Carlos Somoza lo ha conseguido, entroncando una saga de obras ajenas en el núcleo más profundo de su propia trama y sacando de ello oro puro.

Pero por encima de todo La Llave del Abismo es un análisis tan duro que duele acerca de la concepción de las civilizaciones humanas, de cómo el poder de la Fé y la tradición pueden verdaderamente mover montañas, de cómo un conjunto de palabras -cuanto más confusas y de origen más oscuro mejor- se convierten en el eje inamovible de generaciones, de civilizaciones enteras, encadenándolas hasta morir y matar por ellas.


La Llave del Abismo mete el dedo en la llaga de las guerras santas, de los actos de fé, de las barbaries sectarias, de los fantismos y fundamentalismos exacerbados. La Llave del Abismo es una novela apasionante que hay que leer, porque además de hacerte gozar como pocas, durante todas sus páginas te irá sacudiendo una bofetada tras otra para enseñarte a cuestionar y para ayudarnos a todos a comprender de una vez que todo, la maldita Fé incluída, es relativo.

Cierro el post con el párrafo introductorio de La Llave del Abismo, que Somoza recoge de su propio libro Dafne, desvanecida:

"Sabemos que la Biblia pretende ser la palabra de Dios, mientras que 'Las mil y una noches' son una recopilación de cuentos fantásticos. Eso es la solapa: lo que sabemos, o creemos saber, sobre esos libros. Ahora imagina que la Biblia y 'Las mil y una noches' hubieran trastocado sus solapas hace milenios: a estas alturas, las andanzas de Yahvé constituirían un deleite para niños pequeños, mientras que muchos devotos... habrían sido torturados por negar a Sherezade".

Jop, sólo pensarlo... ¿Pero qué son los credos -Biblia, Corán y demás- sino libros antiguos que alguien encontró y convirtió en verdad absoluta?

No me vayan a quemar por esto...

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